miércoles, 13 de enero de 2016

Bajo la mirada indiferente








De nuevo una imagen inerte de un cuerpo sin vida yace en medio de la calle, bajo la sombra de la noche de una ciudad en guerra, sin soldados, solo víctimas y victimarios.

Un universo lo observa expectante ante tanta barbaridad, casi sin capacidad de asombro y pensando en el qué, cómo y cuándo esas imágenes dejarán de ser parte de la cotidianidad.

Es un cuerpo sin vida de alguien que algún día y bajo juramento honró su palabra de proteger la vida de otros, esa vida que le fuese arrebatada por el odio, el resentimiento, la venganza o la ira de un alguien, de un algo, de cualquier cosa menos un ser humano que respeta la vida ajena o tan solo la suya.

Es hoy un solitario cuerpo que yace en el pavimento frío bajo la mirada y lágrimas de su familia, hijos, madre, o de quienes intentaron protegerlo hasta donde el alcance de sus manos pudo sostener la suya antes de caer.

Era un hombre, una mujer, tal vez padre o madre de familia, hijo o hija, profesional por vocación, porque hay que tener vocación para ser policía, un ser humano dispuesto a arriesgar su vida por otros, por procurar el bien ajeno, respetuoso del deber y apegado a las leyes, de esas que no lo amparan, de esas que no velan por su seguridad y bienestar, y no por ello las fustiga, aun cuando debe hacerlo por su bien.

Cayó de nuevo un servidor público de un público que no lo defiende y lo señala, y sí, no juzguemos justos por pecadores, sobre todo cuando vemos abatido y solitario un cuerpo sin vida de un policía a quien en algún momento llamamos por su ayuda, sin saber quién era o que hizo en su proceder.

No hablemos ni imploremos justicia en un país donde nada es justo, donde no hay libertades plenas ni apego a las normas, donde no hay respeto a la vida y donde las leyes se hacen a destajo y en donde una sanción o el mérito de un rango a ostentar resulta más relevante que procurar y garantizar la vida de aquellos que dan la suya por el bien común.

No pretendamos ser sumisos y esperar que alguien piense en los intereses y necesidades de otros cuando la avaricia, la ignorancia, el poder, y la maldad están unidos y en contra de quienes anhelamos justicia y paz.

Hoy, otro policía murió. Hoy, otro uniforme se llena de sangre, un cuerpo policial pierde un guerrero, una familia queda incompleta, un ciudadano sin apoyo y un país sin héroe.

No veamos con desdén el cuerpo inerte y sin vida de un solitario hombre que murió en manos de la maldad y en defensa de la libertad y el bien ajeno.

No seamos indiferentes ante la atrocidad y entendamos que la imagen de un cuerpo tendido en el suelo, en una fría noche, sin vida y solitario no es más que el reflejo de una sociedad decadente que lo permite.


NB

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