miércoles, 16 de julio de 2014

FUGA DE ENVIDIA

Tiene derecho a no ser envidioso

FUGA DE ENVIDIA

¡Has cometido un delito! Te hemos hallado culpable de sentir envidia, responsable de vivir deseando aquello que crees que mereces o que te pertenece, pero aún es ajeno a ti. Tu primera sentencia será padecer la angustia que te genera el saber que por ahora no alcanzas el pedestal que consideras te corresponde. La redención será librarte de aquel vicio capital que te enferma con el deseo excesivo de algo que todavía no materializas.

El principal sospechoso es tu naturaleza humana, que premeditadamente creó un deseo insaciable en tus pensamientos por algo que no es de tu propiedad. Eres la víctima y el victimario de un sentimiento y estado mental que te causa una sensación de dolor o desdicha por no poseer lo que tiene otro ser humano.

¡Has cometido envidia! Has deseado los bienes materiales de tu agraviado y las cualidades que no te fueron concedidas. Sabemos que ansías lograr el estatus de otros. Has dejado fugar tu envidia y eres el principal implicado.

Se te acusa de ser cómplice de un pecado capital que añora la felicidad ajena. Es usted el autor intelectual y material de liberar tu encarcelado complejo de inferioridad. Te hemos hallado responsable absoluto de querer llenar el vacío que te causa la incomprensión de no verte en un mejor puesto de trabajo y desear el mal de tus acosados.

Con base a la evidencia presentada lo hemos determinado culpable de generarse sentimientos dañinos que van generando celos y pensamientos negativos que afectan su realidad. Culpable de no desarrollar enteramente sus capacidades natas o aquellas que ha aprendido. Culpable de hacer uso de miradas envidiosas, frases inoportunas y calculadas para infringir daño. Culpable de no haber madurado en cuanto a las necesidades, ideales y bienes materiales, generándose rencor, frustración y ligeras etapas del odio.

A pesar que en su caso no se evidencian daños físicos o agresiones considerables a otras personas, usted debe saber que esa misma envidia ha llevado a los seres humanos a cometer  los crímenes que combate la justicia.

Usted, al igual que otros malhechores, actuaron de forma errada frente la ausencia de respuestas razonables o de su frivolidad para aceptar que sí hay otras vías para alcanzar aquello que admira. No supo comprender que algunas cosas no las poseemos debido a la diversidad biológica, por los dones o deficiencias naturales de los seres y por la suerte de cada individuo.

Usted estará preso en la idiosincrasia que tenga para aceptar lo que le estamos diciendo. Sé que se estará preguntando por qué lo estamos juzgando. Debe saber que el tribunal está en su propia mente y que la envidia es un sentimiento que no podrá controlar sin ayuda y sin que acepte que es o ha sido envidioso.

Es natural considerar que uno merece más o es mejor que los demás. No obstante, recuérdese que más allá de los casos de suerte, ningún logro social se mantiene con la esperanza de solamente añorar un mejor futuro. Incluso lo fortuito, para perdurar, requiere de constancia, disciplina, esfuerzo, dedicación, paciencia, cualidades que no ha desarrollado enteramente y por las que hoy los hemos hallado culpable de ser envidioso.

Tiene derecho a soñar y querer lo mejor para usted, pero para gozar de ese privilegio deberá trabajar constantemente enfocado hacia las cosas que desea. Tiene derecho a valorarse y debo recordarle que si otros pueden, usted también podrá. Tiene derecho a aprender y detallar las acciones de las personas que admira con el fin de poner en práctica ese ejemplo en su propia vida y tiene derecho a no ser envidioso.

Le recomiendo que se dedique a mejorar los aspectos de su vida en los que sienta que haya una carencia y que desarrolle su sentido del humor, con miras a hallar su propia identidad. Para ello deberá identificar qué es lo prioritario para alcanzar su verdadera felicidad, respetando el éxito de los demás; así forjará el suyo.

Antes de dejarlo ir, es necesario recordarle que la envidia es un virus que podemos desactivar. Haga uso de los derechos que le hemos otorgado para deshacerse de ese pecado capital.

Queda sentenciado a no quedarse deseando lo que otros disfrutan o logran y tiene la obligación moral de aprender de los demás y hacer todo lo debidamente posible por obtener las cosas que anhela.

Lo condenamos a comprender las horas de entrenamiento, estudio o trabajo que usaron las personas exitosas como sacrificio para lograr sus metas.

Queda libre bajo la comparecencia de no esperar que su suerte haga todo el trabajo. Si deseas algo, haga que suceda.


Miguel Mederico

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